La tecnología vinculada al sector de la salud se ha convertido en una de las principales tendencias a nivel mundial y supondrá una revolución sin precedentes en las relaciones entre paciente y médico.
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Los avances de la inteligencia artificial permiten que robots aseguren el buen estado de salud de una familia. Son capaces de tomar las constantes vitales y el ritmo cardíaco, sólo con poner un dedo sobre un sensor integrado.
También consiguen, entre otras cosas, monitorizar los ciclos de sueño, recordar al usuario las horas y cantidades de su medicación, dar consejos sobre ejercicio físico, llamar a los servicios de emergencia en caso de que sea necesario y ofrecer terapia musical para reducir los niveles de estrés.
Otras empresas se han embarcado en la creación de sensores que se adhieren a la ropa interior o a los colchones y permiten medir variables como la respiración, el ritmo cardíaco, los niveles de actividad, el estrés, la calidad del sueño, etc. Una información que se muestra en una aplicación y puede ser seguida tanto por el propio usuario como por su médico.
La denominada “cuarta revolución industrial” también ha llegado a los quirófanos, personas parapléjicas han conseguido andar gracias a pequeños implantes electrónicos. Nanorrobots, que se introducen en el cuerpo, permiten rehabilitar el movimiento a través de señales bioeléctricas y sistemas robóticos permiten a los cirujanos llevar a cabo operaciones complejas de manera poco invasiva y con una precisión milimétrica.
Todas estas tecnologías son ya una realidad y, aunque sus principales obstáculos son financieros, regulatorios y legales, van ganando cada vez más terreno en el sector de la salud.
Los robots acabarán siendo habituales en múltiples tareas y serán una herramienta muy útil para responder a las necesidades de personas con dependencia.